martes, 18 de julio de 2017

SUSTENTABILIDAD EN EL ISTMO DE TEHUANTEPEC

José Noé Mijangos Cruz

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Es una expresión que generalmente se le vincula a la preservación del medio ambiente, pero al manejarla con el hincapié acostumbrado se le aísla de su carácter filosófico cuya magnitud escapa del control riguroso de su creación por considerársele poco redituable a los alcances utilitaristas de los organismos que rentabilizan la función evaluadora de las metas que una sociedad se impone desde la estandarización internacional.

La sustentabilidad trabaja con muchas dimensiones, y una muy importante es el empoderamiento de la ciudadanía y la participación social. Como tal, se espera que los derechos universales del ser humano queden total e integralmente reconocidos en la realidad circundante. Por ejemplo, un nativo no podrá esperar emigrar de su contexto original como tampoco deberá permitirse ser excluido de su propia realidad social. Muchos casos esperan turno ante el papel poco garantizador de los países que como México buscan salir urgentemente del subdesarrollo.

El Istmo de Tehuantepec queda expuesto desde esta perspectiva poco realista que se le avizora en un futuro rentabilizador de su economía local, a una desventaja comparativa y competitiva que algunos puentes terrestres como el norteamericano ya operan con éxito casos de desplazamiento este-oeste, en donde el corredor transístmico quedaría sin función operativa de alto rendimiento, habida cuenta de sus limitadas capacidades para atender la demanda de travesía de contenedores como se encuentra prevista en años venideros.

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Sustentabilidad aquí, luego entonces, debería considerarse la probabilidad de debate serio entre las comunidades del conocimiento del Istmo de Tehuantepec, para atender la magnitud de su previsible operación, o la oferta de otra fuente de producción que no termine siendo ni la Zona Económica Especial tardía, ni el favorecimiento de la intervención estatal que implique la deformación de la actividad tradicional económica regional, para un espacio de maquila tecnológica en donde se incube a una clase media, se generen desechos tóxicos y se detenga una transformación del espacio ecológico ya de por sí en peligro de extinguirse.

El Istmo de Tehuantepec mantiene escuelas políticas de resistencia social, ahora debe generar comunidades del conocimiento que desde los espacios virtuales mantengan vigente la chispa de la ocupación por el entorno geográfico, el planteamiento de una lengua original con enfoque educativo, que desde los espacios de la informalidad familiar, pasen a las comunidades del conocimiento de las redes sociales también conocidas como aprendizajes no formales, para que de ahí se matricule a instituciones de educación formal en ciclos que otorguen grados, en un todo orgánico que trascienda su realidad y se afronte como capacidad discursiva y opere como competencia transdiciplinar.

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Las sociedades istmeñas del conocimiento, en sus entornos virtuales, deberán superar facetas de alfabetización en espacios digitales de educación no formal, y obtener de la hiperconectividad ventajas de discusión en tiempo real o remoto que genere una situación de cambio e innovación por sobre los ciclos educativos formales, animando la actualización de contextos o nodos de convivencia cuyas situaciones sociales no dejan duda que no desean obtener grados, pero que si se encuentran interesados en buscar una mejora de actualización del cómo operar su proyecto de vida por muy modesto que éste sea.

Si bien el capital extranjero es un motor de operación financiera en los sistemas sociales, también se sabe que es un mundo occidental de explotación, cuyo plato se sirve con guisados exquisitos aunque la mexicanidad opere como servidumbre, y la clase política mexicana (de élite) sea atendida en el patio trasero. Los organismos internacionales no han hecho lo suficiente para orientar y fiscalizar lo que los países hacen en materia de respeto a los derechos fundamentales, aunque la sustentabilidad sea una bandera que se asome de vez en cuando en el menú de las discusiones hemisféricas.

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Para otra ocasión que se hable de sustentabilidad, dejemos que sea el fin el que se exclame: respeto irrestricto a los derechos universales del ser humano, y no el medio, ecologizar, medioambientar, o consumir el reciclaje motivado por la operación trashumante de los capitales frívolos. Consumir es la tarea que se nos otorga como mensaje equivocado.


Twitter: @JNMIJANGOS

(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 18/07/2017, p. 6A)

jueves, 13 de julio de 2017

AL DERECHO Y AL REVÉS

AL DERECHO Y AL REVÉS

José Noé Mijangos Cruz

Al editorialista universitario que me
acompañó durante cuatro años en una
hazaña periodística en Oaxaca:
Miguel Carbonell



Miguel Carbonell y yo (1994).


El derecho exige de sus fuentes formales que se integren desde sus principios, sus valores, sus exigencias éticas, generando un trabajo completo que le ha dado sentido a la expresión del sujeto que espera formar: “el jurista”. Pocos personajes se mueven desde esos caminos humanos de la defensa en la conciencia colectiva que le da sentido a la división de poderes personificada en la judicatura mexicana vista a partir de una sociedad política que transita hacia el sistema político contemporáneo, “… más flexible y abarcador…” que el Estado, en palabras del recién fallecido Giovanni Sartori.

Bernardo Gómez del Campo, experto en Seguridad Nacional, Irving Ojeda y yo (2017).


El derecho es más que las leyes, aunque a los universitarios de la década del noventa nos gustara la expresión “escuela de leyes”, porque representaba la vitrina desde donde nos proyectábamos con exhibiciones inacabadas que a ratos se distraían del compromiso humano, social. Escuela de Derecho o Facultad de Derecho, en el mejor de los casos, necesita de la doctrina para manejar controles de riesgos. Incluso la Facultad la amplía a partir del posgrado que ofrece como oferta educativa; en ese lapso, la actualización, la educación continua y la familia de juristas hace prosperar la inimaginable astucia que se desprende como una sinapsis colectiva y transforma al ser humano que escogió esta honrosa carrera a prepararle el camino a las nuevas generaciones.

Adriana García Puig, José María Morfin Castillejos y yo, entre otros (1994).


El derecho, para quienes amamos esta carrera (en mi caso la quise tardíamente), la ilusión no es moribunda ni merece desfallecer porque haya signos vitales de alcances limitados; muere una generación y nace otra: en ellas, es incontenible la dicha que cada hornada disfruta al no empezar de cero. Desde mi generación, la de 1990-1994 de la Facultad de Derecho de la UNAM, nos dimos cuenta cómo una serie de visores y reclutadores estaban atentos a demostrarnos interés por sobresalir entre las aspiraciones que aún manteníamos como testigos silentes.

José María Ortega, Miguel Ángel Torres Rivero, Enrique Espejel Caso y yo (1994).


Ahora nos enteramos que nuestra generación aportó un académico destacado del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM: Miguel Carbonell, un presidente del Instituto Nacional Electoral: Lorenzo Córdova Vianello, litigantes que se han involucrado en asuntos de relevancia y expertos en el área de la Seguridad Nacional; amén de políticos que desbordan talento para ceñirse a modelos transitivos de organización social. El derecho es la profesión con mucho lenguaje operativo que decanta en la inmediatez cotidiana con esmerada precisión y bagaje estilístico.

Luis Sánchez-Caballero Rigault y yo, entre otro (1994).


No seremos como los economistas, que con poco lenguaje se han venido considerando los profesionales del futuro. Nuestra formación universitaria comenzó con los clérigos seculares del siglo XI y como profesión liberal despertó sospechas de ordenar el mundo desde los despóticos o sostener revueltas con los subversivos. El derecho ha sido la solución a muchos intrincados modos de combinar los esfuerzos que la diversidad cultural asume como una trayectoria original de la civilización.

Alfonso Lanzagorta y yo (1994).


Ahora que los tribunales deben fomentar la vida social mexicana desde un régimen que ya lo prevé de manera obligada, resultado de años de experiencia opresora de provocar sólo la continuidad de poder que evitaba la distribución que en justicia corresponde a estratos hartamente dejados en situaciones de precariedad, el derecho retoma su condición de transmisor de beneficios a una mayor cantidad de ciudadanos de este país. De manera automática, la libertad de cualquier ser humano debe ser velada por los universales derechos que le asisten desde la cuna hasta la tumba, por eso hablamos de “sustentabilidad” en términos de reconocimiento a la condición que cualquier ser humano tiene a satisfacer sus necesidades sin que se le remilgue o reproche.

Carlos Arellano García y yo (1994).


El derecho, cuando se actualiza, se propaga como una licencia que establece criterios nuevos para nuevos procedimientos. Por eso decíamos que los estudiantes del derecho no empezamos de cero, nos espera reconocer una retahíla de saberes que se han incubado en la vida profesional y una admirable experiencia de nuestros mentores que prodigiosamente han abastecido de producción editorial muchas páginas de la historia ética que es nuestro compromiso ideal en la transparencia que tanto se habla en la creación de una relevante fiscalía en México.


Twitter: @JNMIJANGOS

(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 13/07/2017, p. 6A)